jueves, 17 de febrero de 2011

Des-Pecho o Auto-Exorcismo

I
Así quede, chamuscada por la pasión
Esta vez se invirtieron los papeles y la decapitada fui yo
Me entregué sin retorno a una idea y arriesgué en esa concesión al otro, mi vida entera
II
Ahora, en dolorosa agonía, mi derretida mente rememora en vivo, reflejada justo, en la gran pantalla tipo plasma de mi gran televisor particular, los pensamientos y momentos llenos de acciones e inacciones, buenas y/o malas que ocurrieron en mi vida
Aun no puedo decidir en qué lado de la balanza colocar mi último ardor, sabiendo, que solo es una proyección de mi cuerpo despidiéndose apesadumbrado de mi “eterna juventud” y del influjo de aquellas apremiantes hormonas a las que otorgué el poder de dirigir mis pasos
¿Valió la pena? Me pregunto y contesto que sí, que ya tendré la oportunidad de ser santa, de transmutar mis sentires en una paz sublime y angelical, indolora, incolora, insabora e in- forme donde evitaré a consciencia que un depredador-cito en forma de tentación colme de estrés bueno y/o malo mi diario acontecer alborotando mi sangre humana. Y quizá lo haga ahora mismo si sobrevivo al despecho o debería decir: ¡auto despecho!
III
Sobre aquel hombre, que decir, era solo una idea de lo que mi mente juvenil, elucubró debería ser el amor y su comportamiento; aquél príncipe azul con aliento a cielo, ojos cenagosos y cristalinos a la vez, donde me sumergía flotando o naufragando a placer, solo era y representaba mi proyección de lo deseado, de lo que debería ser. Una segunda mirada después de los años me permitió dilucidar quien realmente es y discernir que esa bella estampa se la coloque yo, que su hermosa voz la module yo y que su apariencia de ángel apasionado que hacía temblar mis rodillas y latir en estampida mi corazón, también la diseñe y coloree yo. En fin la concesión me la hice a mí misma, imperfecta al ser creada por el ego y reducida a cenizas por los estragos del tiempo y la caída del último telón al alejarme de mi propia idea obsoleta de lo que era ser Dios.
IV
Ese fue mi castigo invertir mi vida en mi propio sueño, el mejor vendido pues todos a mí alrededor lo compraron y todas añoraban uno así para sí, incluso algunas quemaban sus manos por él y escogieron sus parejas conforme al patrón que yo mercadeé.
Lo malo… el despertar, el saber que tu propia criatura escapa de tus manos, cansadas de sostener una idea fija, de rellenar y frisar las múltiples grietas conforme comenzaron a aflorar al pasar de los años, porque todo ese maquillaje aplicado por tu sentir, permitió que fuera tu forma la que se modelara al antojo y según las pautas creadas y frisadas por aquél que, en un inicio tu fue creación.

La pureza del mar

La perseguía en sus sueños justo al amanecer
Tanto era así, que le aterrorizaba la llegada de la noche;
Sobre todo en luna llena, cuando el tiempo se hacía eterno
Y aquel brillante espejo de hábitos nocturnos, la envolvía entre sus hilos de plata atándola a la cola de aquel gigantesco animal que la llevaba, en un abrir y cerrar de ojos, hasta el mar
Y entonces la historia mil veces repetida, continuaba; se observaba sola y desnuda, sentada en un islote, donde sus lágrimas empezaban a brotar cristalinas haciéndose eternas
Era su trabajo sentenció el femenino astro, milenios atrás, sus lágrimas purificaban y recreaban el océano cada aurora, añadiéndole sabor a sal. Gracias a ello – le explicó- disfrutaba de una esplendida vida; sin el atisbo de un dolor o alguna necesidad
La ballena velaba porque cumpliera con precisión milimétrica su preciada labor, sirviéndole de transporte y carcelero a la vez
De día era libre y un común mortal, de noche la hermosa esclava, responsable de la pureza del mar