viernes, 1 de enero de 2010

Soliloquio


Estaba allí, sentado en la poceta. Su mente no descansaba y siempre entre números estaba. Una a una repasaba las lozas adosadas a los muros del cuarto de baño, colocándoles números y asignándoles significados; hasta 7 contienen el nombre de mi padre: buen día. Hasta 6; hago trampa… esa cifra no incluye ninguno de los nombres de personas importantes, posibles talismanes de buenos augurios.

Aun cuenta para sus adentros hoy y sigue sentado, pero… en su tumba, ahora contando lápidas como cuadros de ajedrez: negra; caigo al foso… blanca; regreso al juego.

¿Cuántas posibilidades tuve de arriesgarme y vivir ¿Cuántas posibilidades, ahora, de caer y emerger?

Comentario por María T. Montero p. — Diciembre 5, 2009 @ 1:09 pm

Crisálida numérica.


Su madre se empeñó:
- aprende a tejer, le decía, entre punto y punto podrás guardar sueños y repasarlos con constancia cada tarde... y al poco tiempo las ensoñaciones formaran parte de tu realidad.
Ella coció billetes y todo lo que encontraba a sus tejidos, y observaba, al principio, con ojos espantados de asombro; como al cambiar el día aquellos se multiplicaban ante sus ojos así como sus pesadillas. Llego a encerrarse… a fabricarse su propia colcha espesa donde ocultarse de tanto muerto que por las noches halaban sus torturados cabellos.
Al amanecer sus ojos sabios contaban sin tocar cada hebra de pelo atada a cada dólar, pelusa, ilusión y miedo. Sentándose a duras penas… sintiéndose ya muy apretada, procedía a entretejer cada objeto tangible o no, en la ya larga cobija con la que pretendía desaparecer sus turbaciones. Añoraba la calma del antes. .. Del sin tiempo. Sus ojos rojos solo ansiaban febrilmente vislumbrar el amanecer:
La voz muerta de su madre le repetía: enróllate María… encapullate para que florezcas a la aurora.